Los antiguos de Oriente decían que el misterio de Universo se encontraba dentro de un cuenco. Allí en ese espacio vacío, se producía una sonoridad, una vibración armónica que recordaba un equilibrio vital existente desde el inicio de los tiempos. Muchísimos años después, cuando los humanos fuimos capaces de explorar el espacio, los sonidos del universo se revelaron similares a aquellos que vibran hoy en los cuencos.
Hoy sabemos de muchas maneras que somos vibración, que nuestras células están más vacías que llenas. Y que aunque aún nos sigamos pensando sólidos no lo somos.
Las vibraciones y sonidos de los cuencos nos acercan a aquel equilibrio que hemos perdido. Nos armonizan. Nos modifican. Nos revelan donde están nuestras trabas, nuestros nudos y ayudan a que podamos disolverlos para volver a vibrar congruentes con la esencia universal que nos habita.
Así podemos a través de la vibración sanar emociones y dolencias. Podemos soltar sin necesidad de intelectuales procesos aquello que sobra y entorpece nuestro equilibrio vital y psíquico.
