Es tiempo ya de lentificar nuestros pasos. Hemos dejado atrás la oportunidad de iniciar caminos dejando huellas donde ningún otro.
Es momento de hacer tangible lo intangible. De dar forma a lo creado. Necesitamos materializarnos para no perdernos. Es menester dejar que la materia nos cubra, nos proteja y nutra el divino fuego que nos habita.
Ha llegado Tauro y con él la sensible y bendecida posibilidad de hacer y ser cuerpo.
Tauro es el tiempo de lo necesario. Y definir aquello que necesitamos en tiempos de vacuos deseos no es tarea fácil.
Pero si nos contemplamos mientras respiramos, si escuchamos nuestro ritmo, si sentimos en nuestra piel el roce sutil, tal vez nos damos cuenta que la vida, su misterio y potencia, se encuentran ahí en el infinito instante que sucede entre cada inhalación y exhalación. Entre ese tomar y soltar. Entre ese apego y desapego. Se abre el misterio de todo lo vital y la posibilidad de estar presentes plenamente vivos a cada instante.
Abrámosnos receptivos a la invitación de honrar la materia que posibilita hacer la experiencia espiritual desplegando el propósito del alma, aquí, con los pies en la Tierra.