Ayer, entrada la noche, el Universo nos regaló la Luna Nueva en Cáncer. Y con ella la bendecida posibilidad de un nuevo renacer.
Sabemos las Lunas Nuevas suceden cuando el Sol, representación de nuestra parte consciente, y la Luna, simbolización de nuestro universo inconsciente y emocional, se encuentran a exactos grados matemáticos para nuestra observación terrestre.
Sabemos que Cáncer es el primer signo de agua del Zodíaco, y que llega para prodigar estabilidad. Para poder hacer crecer algo que necesita, para prosperar, de íntimo contacto y de enorme sensibilidad. La Luna rige al acuático signo del cangrejo y así esta Lunación tiene la enorme potencia de sentirse en casa.
El Cielo invita, entonces, a intencionar una nueva siembra y, como de Cáncer se trata, será cuestión de estar atentos a nuestro mundo íntimo. Necesidad, sensibilidad y capacidad de nutrir. Ser y hacer hogar. Pensarnos cueva y refugio. Convertirnos en la morada de aquello que queremos gestar.
Meditemos y conectemos con la necesidad de fortificar el mundo interno y externo. Cuidado, afecto y contacto, son lugares ineludibles de donde provendrá una fuerza humana poderosa y amorosa para desarrollar aquello que sentimos es nuestro propósito.
Además la Luna no estuvo sola, la escolto de cerca Mercurio. Así el corazón, el cuerpo y la mente tienen la enorme potencialidad de unirse para un nacer amoroso y sincronizado.
Es tiempo de sembrar semillas que hagan crecer lo que vinimos a manifestar floreciendo en cada lugar y en cada corazón donde se nos necesite.
Bendiciones